23 diciembre, 2007

Una noche en la lejanía de mis recuerdos

Me mirabas con cierta desconfianza, con los ojos entrecerrados; los tenías de un no tan usual color azul no muy claro; los labios echados para un lado, y el ceño muy fruncido, como intentando averiguar qué pensaba yo. A pesar de tener esa expresión, no podías ocultar lo que en realidad sentías.
Nuestros labios chocaban y destellaban chispas de una pasión que decía que ese momento nunca acabaría; nuestros cuerpos estaban tan juntos que parecían uno; nuestras desnudas pieles fundidas estaban en el sudor frío del amor, tu cabello parecía hacerse más abundante, me arropaba el pecho y la cara, me encendía en fiebre. No recuerdo si habían sábanas, de haber sido así, se deben haber quemado por el roce de nuestros ya indefinidos cuerpos, por el calor de esa energía, encendida gracias al furioso sentimiento lleno de inocencia.
Nos mirábamos con malicia sin saber lo que vendría, entrelazando nuestros dedos, entrelazando nuestros pensamientos, adivinando cada uno lo que el otro quería. El mundo se podría acabar en ese momento, pero a nosotros no nos afectaría; la vida, era imposible que se acabara, porque en ese momento le estábamos dando significado.
Estábamos encerrados en nuestro mundo, hecho de fantasías vueltas verdades, no nos importó si era de día o si era de noche, o si la Tierra se movía, todo lo importante era que sabíamos que estábamos destinados a ese momento, destinados a descargar toda esa infinita energía.
El aire poseía un único olor producido por nuestros alientos confundidos, respiraciones profundas era lo único que se oía; en realidad no se si era nuestra respiración, porque otra cosa parecía...
Recuerdo que había música puesta, recuerdo que estaba muy cerca, pero estábamos tan concentrados en nosotros, que ni eso nos interrumpía, nuestras piernas enredadas prendidas en fuego estaban. Tus manos explorando mi espalda o mi cara me hacían sentir más grande de lo que ya me sentía por estar así contigo, ya me sentía.
Éramos Dioses, no había nada imposible para nosotros, todo lo lograríamos, no importaba qué se opondría. Mi corazón estaba a punto de estallar, pero con el tuyo tan cercano, nada le podía suceder.
La Luna, que no ha dejado de ser nuestra, nos miraba y se reía, recordaba todas las pasiones que ha visto, y se enteraba de que ninguna siquiera se parecía, nos arropaba bajo su velo de armonía. No hacía ni frío ni calor, no era ni de noche ni de día.
Como locos le gritábamos al mundo lo que sentíamos, sin importar las consecuencias, nos embriagamos de nosotros, estábamos borrachos de alegría, pensando que ese momento no llegaría nunca a su final.
El tiempo se había detenido.
Podíamos disfrutarnos por toda la eternidad, porque eso, nunca se acabaría.

1 comentario:

Anónimo dijo...

esta muy bonito.. tienes talento! me gusta lo intimo, lo visual y cautivante que proyecta.. =)